Cuando uno decide preparar un plato especial para agasajar a alguien utiliza de manera bien pensada los condimentos. Uno podría pensar que éstos no son más que un pequeño detalle en la preparación de una comida. Y en cierto modo es verdad. Pero la utilización correcta de los condimentos puede marcar la diferencia entre un plato bien preparado y otro que no lo esté. En el caso de las fiestas de bodas ocurre algo similar: la decoración del salón o el espacio que se ha elegido para celebrarla aparece a la vista de muchos novios como un detalle menor al que hay que dedicarle unos pocos minutos de atención. Sin embargo, como hemos visto, la decoración tiene una trascendencia capital para el desarrollo exitoso de una fiesta.
Por tanto, los novios tienen que ser conscientes de lo importante que es dedicarle un poco de tiempo a seleccionar los elementos que compondrán la decoración del lugar. Si no se elige, por ejemplo, la iluminación correcta, puede que la fiesta no sea el momento feliz e inolvidable que los contrayentes esperarían. Por eso, desde el momento mismo de decantarse por un lugar en el cual agasajar a los invitados, los novios tienen que poner especial atención a los «condimentos».
Uno de ellos, ya mencionado es la iluminación. Ésta debe estar a tono con la fiesta. Puede que en algunos casos, lo mejor es que varíe. Pueden utilizarse luces bajas que inviten a la charla y a relajarse mientras se disfrutan los diferentes platos que se sirven, y subirlas en los momentos más emotivos, cuando todos quieran ver lo que está sucediendo sin perder detalle.
Otros «condimentos» de suma importancia son: las cortinas —en el caso de los salones cerrados—, los manteles de las mesas, la decoración de las sillas, etc. No se pueden establecer reglas estrictas para cada uno de estos detalles, pues los gustos y las costumbres varían. Pero siempre ha de tenerse como meta lograr la armonía. De esta forma, se contribuirá al éxito del día más importante para los novios.